miércoles, 30 de junio de 2010

Juan Miguel Matheus // Lo afirmativo venezolano

Los venezolanos necesitamos volver a creer en nuestras fuerzas de pueblo. Tenemos que cultivar la fe en nuestra capacidad -probada durante los años de la democracia- de construir un orden político justo, apto para la convivencia humana libre y pacífica. Para ello debemos poner la mirada en lo afirmativo venezolano (Augusto Mijares). Debemos hacerlo, además, con realismo, sin engreimientos ni fatalismos: no somos, ni mucho menos, un superpueblo; pero tampoco un pobre pueblo, si es que acaso puede hablarse en esos términos. Somos lo que somos, a lo criollo: la misma Venezuela de Juan Bimba, retratada nítidamente -con sus virtudes y sus defectos- en los versos de Andrés Eloy Blanco.

En este sentido, mirar lo afirmativo venezolano conlleva a conocernos como pueblo. La esperanza sólo es verdadera si media el conocimiento propio. Alcanzarlo exige que veamos, a la luz de la historia, (i) lo que hemos hecho y lo que hemos dejado de hacer, (ii) lo que hemos gozado y lo que hemos sufrido, y, finalmente, (iii) las virtudes cívicas que hemos conquistado y los vicios que hemos hecho crecer a lo largo de los años. Pero sobre todo, supone ser plenamente conscientes de nuestras propensiones de pueblo, es decir, de eso a lo cual tendemos con facilidad si no luchamos por evitarlo.

Entre tales propensiones se cuentan, por ejemplo, la autocracia militarista, el desorden, el desacato a la ley y, no menos importante, un cierto pesimismo. De hecho, hoy esas propensiones están presentes entre nosotros. La autocracia y el militarismo se han puesto de pie una vez más para extraviarnos en el desorden y traer de la mano al pesimismo de pueblo. Afortunadamente, se trata de propensiones vencibles y no de rasgos definitivos. Frente a ellas resiste, precisamente, lo afirmativo venezolano. Nadie puede pensar, porque no es verdad, y porque lo demuestra la historia, que los venezolanos no somos capaces de derrotar la autocracia militarista, de vivir al amparo del orden de las leyes y de confiar, con una esperanza responsable, en nuestras posibilidades de crear una sociedad justa.

Así, en los tiempos que corren nuestra tarea de patria es hacer florecer lo afirmativo venezolano, esa reserva moral que, como enseñó Augusto Mijares, nace del ejercicio de la virtud ciudadana, del esfuerzo de cada venezolano concreto y de todos, como pueblo, por construir la civilidad. Los momentos que se avecinan son de reconstrucción, entendida en todas sus dimensiones: política, social, económica, etc. En ellos se pondrá a prueba el talante moral de los venezolanos. Ello es, en sí mismo, una ocasión de hacer crecer la esperanza. No hay mal que por bien no venga. Tenemos la oportunidad de actuar con generosidad y desprendimiento en el servicio a Venezuela, de hacer prevalecer el bien del cual somos capaces. La convivencia de las futuras generaciones se edificará, no hay que dudarlo, sobre lo afirmativo venezolano. A por ello.



jmmfuma@gmail.com
Twitter: @JuanMMatheus

martes, 29 de junio de 2010

El guión del Manifiesto Comunista

Antonio Fénandez Nays


Lunes, 28 de junio de 2010



Ocurre con estos señores del gobierno venezolano que debe uno sacar del baúl y desempolvar viejos libros que creíamos, ya formaban parte de un panteón de teorías muertas y sepultadas, como el Libro Rojo de Mao o el Capital, de Marx, cuando no El fascismo en su época de Nolte, que ayuda a explicar muchas acciones y comportamientos de Chávez y el chavismo.

Pues bien, le toca el turno al Manifiesto del Partido Comunista, un texto escrito a cuatro manos por Marx y Engels entre 1847 y 1848, y que pareciera orientar toda la política venezolana actual en materia de expropiaciones, ataques a la propiedad privada, confiscaciones, etc.

Eché mano, entonces, de mi viejo librillo, con las hojas ya amarilla, que costó 15 bolívares de los viejos, y me encontré las siguientes perlas:



“Los comunistas pueden resumir su teoría en esta fórmula única: abolición de la propiedad privada. Se nos ha reprochado a los comunistas el querer abolir la propiedad personalmente adquirida, fruto del trabajo propio, esa propiedad que forma parte de toda libertad, de toda actividad, de toda independencia individual. ¡La propiedad bien adquirida, fruto del trabajo, del esfuerzo personal! ¿Os referís acaso a la propiedad del pequeño burgués, del pequeño labrador, esa forma de propiedad que precede a la propiedad burguesa? No tenemos que abolirla: el progreso de la industria la ha abolido y está aboliéndola a diario”.

“Pero, ¿es que el trabajo asalariado, el trabajo del proletario, crea propiedad para el proletario? De ninguna manera. Lo que crea es capital, es decir, la propiedad que explota el trabajo asalariado y que no puede acrecentarse sino a condición de producir nuevo trabajo asalariado, para explotarlo a su vez”.

“El capital es un producto colectivo; no puede ser puesto en movimiento sino por la actividad conjunta de mucho miembros de la sociedad (…), el capital no es, pues, una fuerza personal; es una fuerza social”.

“En la sociedad burguesa, el trabajo viviente no es más que un medio de incrementar el trabajo acumulado. En la sociedad comunista, el trabajo acumulado no es más que un medio de ampliar, enriquecer y hacer más fácil la vida de los trabajadores”.

Los regímenes que aplicaron estos postulados teóricos a rajatabla, ya lo documentó ampliamente la historia, ni consiguieron la tan anhelada prosperidad ni lograron sociedades felices. Hace más de dos décadas cayó el Muro de Berlín y con él rodaron todas estas teorías que algunos están empeñados hoy en restituir en la práctica en Venezuela, en condiciones, por cierto, muy distintas tanto económicas como sociales a las de la Europa del siglo XIX.

Algunos conspicuos miembros de la nomenklatura criolla parecen redimir la ilusión que le fabricaron a la madre de esta extraordinaria película de Wolfgan Becker, Good bye, Lenin! (2003), para evitar que supiese de la caída del Muro y le diese un infarto.



El blogdeldirector

domingo, 27 de junio de 2010

Comuna socialista

Gerardo Blyde


Sábado, 26 de junio de 2010


Se crea una jurisdicción inexistente denominada justicia comunal con jueces comunales.


El territorio se organiza en Municipios. Así lo dispone expresamente el artículo 16 constitucional. Ese mismo artículo realiza la taxativa división político territorial de la República en estados, distrito capital, dependencias federales, territorios federales y a todos los divide y organiza en Municipios.

El martes pasado el Parlamento, una vez más se erige como órgano constituyente y no como poder constituido, aprobando en primera discusión, un texto legal abiertamente inconstitucional que modifica la división político territorial del territorio y atenta contra la autonomía municipal y la descentralización constitucionalmente reguladas. Sin consultarle al pueblo sobre si desea una nueva división político territorial, la Asamblea con "urgencia parlamentaria", como si el tema se tratase de cualquier asunto de los que pudiera ser discutido rápidamente, aprobó en primera discusión, el mismo martes, habiendo presentado el texto del anteproyecto de ley ese mismo día.

En el artículo 5 del texto aprobado se incorporan en esta Ley Orgánica de las Comunas los ya rechazados Distritos Motores de Desarrollo (que con otra denominación estaban contenidos en la reforma constitucional no aprobada por el pueblo), así como términos tales como entidad local socialista, Estado Comunal, socialismo, justicia comunal, jueces comunales, jurisdicción especial comunal y ciudades comunales.

Los diputados que aprobaron en primera discusión esta ley confiesan en la exposición de motivos que están asumiendo funciones de poder constituyente al señalar que se requiere una nueva institucionalidad para el desarrollo socialista, lo cual supondría una nueva unidad político territorial y señalan que la ley promueve la creación de una nueva instancia de gobierno territorial.

Bajo la falsa premisa de estar descentralizando el poder, de darle un supuesto poder directamente al pueblo, se viola la descentralización en los términos señalados en la Constitución, que son los únicos mediante los cuales ella permite y propicia la transferencia de recursos y competencias a las entidades político territoriales por ella creadas.

El proyecto de ley establece que las comunas son un "modelo socioeconómico legitimado por el Estado, que en el caso venezolano responde a los principios para la construcción del socialismo del siglo XXI". ¿Quién le dio esa legitimación en nombre del Estado si el único que puede constitucionalmente producir esa legitimación es el pueblo en ejercicio de su soberanía, que no puede ser usurpada por los poderes constituidos? ¿En qué parte de la Constitución está señalado como principio fundamental la construcción del socialismo del siglo XXI? Los principios fundamentales del Estado venezolano están señalados en el Título I, artículos 1 al 9 de la Carta Magna. En el artículo 2 se señala que Venezuela se constituye en un Estado democrático y social de Derecho y de Justicia. El estado social es un estado de derecho. Las normas rectoras de ese estado de derecho están en la propia Constitución.

No sólo se pretende crear una nueva unidad político territorial con funciones ejecutivas a través del órgano colectivo denominado las comunas, sino que adicionalmente se crean instancias jurisdiccionales descentralizadas y atomizadas y órganos legislativos microlocales. En efecto se crea una jurisdicción constitucionalmente inexistente denominada justicia comunal o jurisdicción especial comunal con jueces comunales, que violan las normas constitucionales referidas al sistema judicial; y se crea un Parlamento Comunal que dictará la Carta Comunal. Invade las competencias constitucionalmente dadas a los Concejos Municipales y a los Consejos Locales de Políticas Públicas. A los primeros con el Parlamento Comunal y a los segundos con los Consejos de Planificación Comunal.

El órgano rector al que deberán rendir cuentas no será a la municipalidad sino directamente al Poder Ejecutivo central por intermedio de un nuevo ministerio con competencia en materia de comunas, materia para la cual no existe ninguna norma atributiva de competencias en el texto constitucional.

La AN se basa en competencias constitucionales que no tiene y en principios constitucionales que no existen actuando al margen de la Constitución. No es órgano constituyente ni el pueblo venezolano le ha delegado su soberanía para crear nuevas entidades político territoriales inexistentes, y basa su proyecto de ley en principios también inexistentes y violatorios de los existentes y aprobados por el pueblo en la Constitución de 1999. El diputado Vivas señaló que ya no es el municipio, será la comuna la base fundamental de la organización territorial. ¿Y la Constitución y la soberanía del pueblo qué, diputado Vivas?

gblyde@gmail.com

domingo, 20 de junio de 2010

Maoísmo criollo

Gerardo Blyde

El modelo implantado a sangre y fuego, fue un completo fracaso en lo económico.La revolución socialista tiene por objetivo liberar las fuerzas productivas. La transformación de la propiedad individual en propiedad colectiva socialista dentro de la agricultura y la artesanía, y de la propiedad capitalista en propiedad socialista dentro de la industria y el comercio privados, libera necesariamente y en gran medida las fuerzas productivas". Cita del Libro Rojo de Mao.
Bajo el régimen personalista y dictatorial que estableció Mao en China, la revolución comunista que acabó con la vida de cerca de setenta millones de personas para sostenerse en el poder, reprodujo masivamente un pequeño libro rojo denominado Pensamientos del Presidente Mao Tse-Tung. Este era de obligatoria lectura.
Mao no permitió la propiedad privada individual ni la que denominó propiedad capitalista, haciendo una división de lo privado entre lo que cada persona podía tener como propio y lo que podía poseer como cabeza de una industria. Aquellos bienes destinados a sobrevivir y aquellos destinados a producir.
Para él, todos los bienes debían pasar a ser propiedad socialista, lo que fue simplemente propiedad del Estado. Este modelo, implantado a sangre y fuego, fue un completo fracaso en lo económico. Hoy, hasta los propios gobernantes chinos, lo consideran un error que empobreció aún más a la población china. Mao es recordado como referencia histórica en la construcción de la República Popular China, pero también como el autor del fracaso económico de esa república, que tuvo que dar un golpe de timón a las concepciones económicas por él sostenidas e instrumentadas y abrirse al capital de modo acelerado.
Las declaraciones y acciones que enmarcan en estos tiempos la política económica del presidente Chávez van acercándose aceleradamente al modelo maoísta fracasado. En una cadena transmitida la noche del martes pasado, cuando inauguraba una planta ensambladora de vehículos iraníes en Aragua, el Presidente explicaba que el modelo que propicia consiste en que el capital privado es bienvenido mientras esté asociado al capital público en pequeñas y medianas empresas.
No así el capital privado de las grandes industrias a las que considera especuladoras, acaparadoras y perniciosas para el pueblo. Invitaba a los privados a plegarse al modelo socialista de producción para no poner en riesgo su capital. A los grandes empresarios criollos no les dio ninguna esperanza.
Contra ellos irá, unas veces con mayor velocidad, otras con más lentitud, dependiendo de las mayores o menores resistencias internas que encuentre en su avance, para ir poco a poco desmantelándolos y absorbiendo el control de toda esa actividad productiva bajo el eufemismo de empresas socialistas de producción, supuestamente entregadas a sus trabajadores, pero totalmente controladas por el Estado. No importa si dejan de ser productivas y deban ser financiadas por el Estado para mantener el parapeto de la productividad falsa.
Lo importante es controlarlas y no tener ningún medio de producción importante en manos de capital privado no controlable. La fracasada receta de Mao está en ejecución en su versión caribeña. "Nuestro Estado es una dictadura democrática popular dirigida por la clase obrera y basada en la alianza obrero-campesina.
¿Para qué esta dictadura? Su primera función es reprimir, dentro del país, a las clases y elementos reaccionarios, a los explotadores que oponen resistencia a la revolución socialista y a los que sabotean nuestra construcción socialista; es decir, resolver las contradicciones internas entre nosotros y el enemigo.
Por ejemplo, entra en el radio de acción de nuestra dictadura arrestar y condenar a cierto número de elementos contrarrevolucionarios, y privar por un tiempo determinado de derechos electorales y libertad de expresión a los terratenientes y capitalistas burocráticos" (Mao). Cualquier parecido con nuestra realidad no es pura coincidencia. Continúa Mao: "La segunda función de esta dictadura es defender a nuestro país de la subversión y posible agresión de los enemigos exteriores. En este caso, la dictadura toma sobre sí la tarea de resolver la contradicción externa entre nosotros y el enemigo.
El objetivo de la dictadura es proteger a todo el pueblo para que pueda dedicarse al trabajo pacífico y transformar a China en un país socialista con una industria, una agricultura, una ciencia y una cultura modernas". ¿Seremos capaces quienes integramos la pluralidad democrática del país de al menos categorizar de la misma manera a la revolución socialista en curso? Es básico partir del mismo diagnóstico para poder avanzar en la lucha. Mientras haya sectores que se acomodan pensando que no los alcanzará, se pierde fuerza por falta de unidad.
gblyde@gmail.com

sábado, 12 de junio de 2010

Cuba: la Revolución ha muerto

Carlos Ignacio Pino Díaz


Viernes, 11 de junio de 2010


Cierta eficiencia económica le prolongará la vida al sistema, pero no garantizará nada más que la restauración del capitalismo privado en la isla

La lógica detrás de los movimientos económicos, y no los movimientos en sí mismos, es por lo que más debería preocuparnos. Cierto, ya no hablamos de inmovilistas como hace un año atrás. La sociedad, la economía y la política de la isla han comenzado a moverse. Sabemos de dónde venimos, pero ¿a dónde vamos?

Las medidas económicas del Gobierno, que ni buenas ni malas son, a penas lógicas en la lógica del Gobierno. Sin embargo estas no parecen apuntar a una mayor democracia social, como el nuevo discurso político plantea. Aunque si bien es cierto que por primera vez el Gobierno parece entender la batalla principal no es entre capitalismo y socialismo, al menos no lo es para Cuba. La batalla de Cuba no debió ser otra sino demostrar que se puede caminar hacia el Socialismo, con democracia ciudadana, con economía social.

Por lo cual, hoy, intentar hacer sostenible el sistema de Gobierno económicamente y por tanto políticamente, no es solo hacerlo eficiente. La eficiencia sin democracia verdadera, solo reafirmará ese estatismo que siempre será socialmente ineficaz -de dónde venimos. Cierta eficiencia económica le prolongará la vida al sistema, pero no garantizará nada más que la restauración del capitalismo privado en Cuba.

La democracia ciudadana, la independencia económica de los ciudadanos, y por tanto la independencia política, es lo único que puede garantizar la continuidad del proyecto social por el cual venimos luchando sin interrupción desde 1868.

No estamos nosotros hablando de democracia representativa o burguesa, menos de partidocracia. Pues estos como en cualquier sistema jerárquico que responde hacia arriba o que solo se mira el ombligo antes de decretar la vida, desarrolla un distorsionado sentido de permanecer. Donde su bien -su permanencia en el epicentro del poder- es superior al bien del país. Lo cual, por supuesto, suele agrandarse con el estatismo y el Partido único.

Por ello es la preocupación que se alza al analizar los pasos económicos que da el Gobierno, buscando elevar la eficiencia en la agricultura, en la ganadería. Unidos estos a las otras medidas políticas y sociales en las ciudades, que si bien prometen una mayor holgura económica a mediano plazo, para un sector significativo de la sociedad, lo cierto es que continúan manteniendo a los trabajadores -del campo y de la ciudad, manuales e intelectuales- bajo el control absoluto del Estado. Dependientes de la buena voluntad de este.

Pues por ejemplo, las tierras se les entregan a los campesinos en “usufructo gratuito”. Que es la figura jurídica que garantiza tu derecho a la tenencia de la tierra, siempre y cuando produzcan. Pero en verdad significan que debes vender tu producción al Estado, al precio que estos estipulen y -como se puede leer entre líneas- no tengan opiniones políticas contrarias al Gobierno. Porque entonces se les podrá revocar el usufructo gratuito utilizando cualquier treta burocrática. Como se ha hecho antes, en otros ámbitos, por lo cual no hay que dudar que se pueda repetir la fórmula en estos tiempos, y en los por llegar.

Preocupante también es que la justificación para la búsqueda de la eficiencia, no sea la eficiencia en sí misma. La ineficiencia, se dice desde el Gobierno, tiene su origen en el paternalismo de Estado. Argumentando que es muy costoso, insostenible. Es necesario acabar con paternalismo, afirman.

Pero el paternalismo de Estado ha sido la base de esta sociedad por décadas; y era parte fundamental del contrato social entre el Gobierno Revolucionario y el pueblo. Contrato Social que se rescribe en 1968 con lo que se llamó “La ofensiva revolucionaria” y que -dicho sea de paso- modificaba sustancialmente la promesa de Contrato Social, por la cual se luchó y se amaneció libre el primero de enero del 1959. El documento en cuestión es conocido como La historia me absolverá (1). Luego, en 1967, en virtud del nuevo acuerdo -decisión unilateral del Gobierno-, que prometía ser un paso de avance, fueron estatizados todos los negocios privados. Donde “todos” significa “absolutamente todos”, desde las bodegas de barrio hasta los chinchales de los zapateros remendones.

Negocios que fueron estatizados, no nacionalizados como se suele decir; las nacionalizaciones de los grandes negocios en manos del capital extranjero habían ocurrido en los años anteriores.

“La ofensiva revolucionaria” era explicada como una necesidad, para que el Estado pudiera repartir mejor las ganancias. Resultando que el Estado se convertía en el dueño de todas las formas de producción de bienes y servicios de la isla, y prometía, a cambio, proveer de todo lo necesario para el bienestar material del pueblo.

Y a las preguntas que surgieron como ¿De qué servirá esforzarse si el Estado te pagará lo que entienda? ¿De qué servirá esforzarse si a los que no lo hacen les darán los mismos beneficios? ¿Cómo podría el Estado, centralizadamente, repartir a cada cual según su trabajo? Pues para hacer funcionar aceptablemente ese sistema, para que lograra repartir con cierta justicia, la burocracia que requeriría lo haría de por si impracticable.

Sin embargo el Comandante en Jefe pensaba diferente y defendía el modelo, que pronto se implantaría, en su discurso del 2 de enero de 1967:

[…] los revolucionarios, por lo general, estamos afiliados al partido de los optimistas; los escépticos, los que no creen mucho en el hombre, se afilian al partido de los pesimistas. Hay quienes creen que cuando una comunidad reciba todo eso: vivienda gratuita, luz eléctrica gratuita, que sus hijos reciban la ropa, los zapatos, la alimentación, todo, en las escuelas, esa comunidad donde el dinero tenga cada vez menos y menos valor, reaccionará convirtiéndose en abúlica, indiferente, perezosa.

Por supuesto nunca lo pudo cumplir, pero no fue por ello les quitó a las personas las motivaciones personales para producir más y mejor. Los pesimistas tenían razón, y no por pesimistas, sino por ser optimistas de otra manera. Eran optimistas que creían que si los bienes producidos no se los tragaba un ente superior y ajeno -ya fuera un burgués o un Estado monopólico-, que si se repartían las ganancias teniendo en cuenta el trabajo realizado, la gente produciría más y mejor. Optimistas que tenían los pies más cerca de la realidad terrenal. Como Marx y Engels.

Ciertamente, más allá del socialismo utópico del discurso, se pueden esbozar otras explicaciones sobre los verdaderos motivos para la estatización de la economía.. Explicaciones con mayor o menor amargura, con mayor o menor conciencia del contexto. Sin embargo lo palpable es que “La ofensiva revolucionaria” sentó las bases políticas -e ideológicas- para que se considerara al Estado como el “Bien Supremo” de la isla.

Concepto que consideramos aberrado en sí mismo. Como lo será cualquier concepto que se salga de la escala humana, y que son los únicos que perduran en la sociedad, más allá de las generaciones que los implantan.

Luego, gracias al Estado monopólico y centralizado los problemas cotidianos en la isla se convirtieron en una misión imposible. El estado destinaba todos los recursos para obras futuras, de alcance nacional y se olvidaba del presente, del ciudadano. El resultado es que floreció el llamado “sociolismo” que con el tiempo se convirtió el gigantesco mercado negro actual.

También, debido a la falta de un contrapeso político y social, el Estado promulgaría leyes que se acercan mucho a las orwelianas imaginaciones plasmadas en su titulo “1984″. Como que para construir una pared en tu casa dependes de si un funcionario del Estado la considera necesaria o no, para tu bienestar. Y así renació la corrupción, tal cual teníamos en la República burguesa.

Sin contar, ya en el plano ideológico, que en un supuesto Estado de trabajadores, estos no tienen derecho a la huelga. La cual no se vería como trabajadores -o estudiantes- reclamando sus derechos. Todo lo contrario, una huelga se vería como una declaración de guerra -de unos malagradecidos- al “Bien supremo”.

Por ahí andamos, pero no obstante esos errores humanos e ideológicos, el paternalismo también tenía sus virtudes. Pues el Estado estaba de alguna manera obligado con el pueblo, y no podía desentenderse de sus problemas.

Habría que mirar un poco más allá, sobre todo ahora que oportunistas y cobardes culpan al pueblo del paternalismo y de la ineficiencia del país -incluso así se enseña en los textos escolares (2). Para explicar la necesidad de un Gobierno que intenta desmontarlo. No porque sea malo el intento en sí, el paternalismo ni sus causantes debieron existir. Pero si el Estado ya no será el incuestionable “Bien Supremo”, ya no será el que provee, ni tiene una obligación directa con el nivel de vida del pueblo, mas seguirá siendo incuestionablemente Supremo, entonces hay que preguntarse ¿qué nos diferencia de un país capitalista? O con más sentido histórico ¿Dónde estará la legitimidad del Gobierno Revolucionario? Porque era ese paternalismo, y no otro pretexto, lo que lo legítima.

El discurso oficial dice que estamos profundizando el Socialismo. Y ratifica cada vez que puede que “del debate saldrán las mejores soluciones”, pero cuando se intenta debatir se reprime como siempre. Lo cual se describe muy bien en la Carta pública del Observatorio Critico (3), que ha circulado por el éter en los últimos días, y todos deberían leerlo.

Lo cierto y más obvio es que nos dirigimos a afianzar la posición superior del Estado en la sociedad. Con cambio de discurso político, en la teoría, pero la práctica manteniendo el autoritarismo. Afianzar la posición del Gobierno incuestionable de una manera más eficiente económica y políticamente. Hacia más estatización van los cambios, no hacia más socialización.

Olvidar es condenarse a repetir. Afianzar el estatismo sería repetir lo que Europa del Este y la misma URSS demostraron con creces que no funciona. El Socialismo de Estado no es un camino deseable, ni procedente. Entonces es válido afirmar que en el intento por mantener este sistema de Gobierno, el presidente Raúl Castro está sentando las bases para la restauración capitalista en Cuba. Incluso siguiendo prácticamente las mismas líneas generales de Gorbachov, de Glasnost y Perestroika, aunque sea más tibia, aunque se diferencie en que alaba en vez de cuestionar al pasado -quizás porque él también pertenece al pasado.

Y no es que no sea necesaria la libertad o la eficiencia económica -que son los dos pilares del Socialismo verdadero-, el problema es que apuntan al lugar equivocado. Al menos el paternalismo de Estado decía apuntar al lugar correcto, aunque lo hiciera de la forma equivocada.

Probablemente no sea alguien de la llamada Generación Histórica quien nos venda. Pero es esta misma Generación que intentando mantenerse en el poder, está limpiando el camino para que sus sucesores puedan vendernos. Gracias sobre todo a la concentración de poder en la figura del Jefe de Estado, a la desprotección y desmovilización de la clase trabajadora y, para colmo, está cargando con el costo político de liberar al Estado de sus deberes con el pueblo.

En el camino de retorno al capitalismo no quedan muchos obstáculos ya. Pronto y con la justificación de que no hay otro camino, el Gobierno saltará a la derecha, saltará al sálvese quien pueda. Cuando lo cierto es que sí hay otro camino. Sin embargo el poder burocrático de la isla, como ya se vio en la crisis de los 90 y lamentablemente liderados por la Generación Histórica, prefirió pactar con las transnacionales capitalistas, antes que socializar la producción y empoderar a los trabajadores; que es la única e insuperable muralla para derrotar al capitalismo mundial.

Aquel pacto de los 90 no era justificable ni siquiera por los tiempos que corrían. No era “la única solución”, más cuando este pueblo -y lo ha demostrado con creces- que ha estado dispuesto a morirse en cualquier parte del mundo por las banderas del Socialismo. En todo caso lo único que demostraron es que a pesar de estar libres de las condicionantes estalinistas que nos imponía la URSS, nuestros líderes se mostraron incapaces de llevar el Socialismo a la práctica.

Incluso en esos años el propio Fidel tomaba posiciones ideológicas claramente revisionistas, que negaban toda la esencia de los textos de Marx y Engels, cuando decía:

“La propiedad privada por grupos [las cooperativas, Nota del autor] en nuestro concepto no es ni será jamás socialismo, no pasará de ser algo más que un capitalismo por grupos; es como nosotros lo entendemos” (4)

“Que nadie se imagine que porque organizamos unidades básicas de producción cooperativa estamos renunciando al socialismo” (5)

Con estas palabras, dichas en un congreso de trabajadores y luego en una reunión con los miembros del Partido Comunista, negaban a las bases de la economía social que Marx entendía como imprescindibles al Socialismo. Y, lateralmente, santificaba el pacto del Estado con las trasnacionales, como el “único camino” para salvar la patria, la revolución y el Socialismo.

No obstante, si alguien puede ver la diferencia entre el Habana Hilton de 1959, y el Habana Meliá de ahora, o la diferencia entre la ESSO de 1959 y la Sherrit de hoy, por solo mencionar dos ejemplos, quizás debería dedicar su talento a escribir un libro sobre semántica y otras sutilezas del poder. Escribir alabanzas en busca de que se olvide toda la sangre útil que costó sacudirnos la tutela de las trasnacionales del poder, para que luego se le abrieran las puertas como “la única solución posible”.

Lo que restará, cuando este Gobierno termine de modificar la economía y la sociedad de la isla, será el golpe final. El poder incuestionable, antes que después, volverá a hacer lo mismo -amparados en los precedentes que dejan sus fundadores. De nuevo pactaran con los enemigos de los pueblos como supuesta única solución para salvar al pueblo. Lo harán, pues el poder lo hará todo, como siempre, con tal de conservar el Poder.

No será esta la primera Revolución que se traicione y se pierda en Cuba, tampoco será la última que hagamos.

La Revolución ha muerto.

¡Viva la Revolución!

* Carlos Ignacio Pino Díaz es un intelectual cubano que publica regularmente en el sitio Boletines del Socialismo Participativo y Democrático

NOTAS

(1) La historia me absolverá (granma.cubaweb.cu ) (2) Libro de texto de Geografía de 6to Grado, Capitulo 2, “Cuba socialista, un ejemplo para todos los países del mundo”, página 45, primer párrafo, donde dice textualmente “existen dificultades económicas y sociales, que se erradicaran en la medida en que el pueblo cubano trabaje con mayor eficiencia y se capacite más”.

(3) Carta en rechazo a las actuales obstrucciones y prohibiciones de iniciativas sociales y culturales (observatoriocritico/).

(4) Discurso de clausura del XVI Congreso de la CTC, el 28 de enero de 1990 (cuba.cu) (5) Discurso de clausura de la Asamblea de Balance del Trabajo, Renovación y Ratificación de mandatos del PCC en Ciudad de la Habana, el 7 de noviembre de 1993. (cuba.cu )