domingo, 19 de septiembre de 2010

Comunismo cuartelario

No es el progresismo lo que se combate, sino el comunismo cuartelario

MANUEL CABALLERO | EL UNIVERSAL
domingo 19 de septiembre de 2010 12:00 AM
Cuando el Ejército Rojo invadió Hungría y posteriormente Checoslovaquia, se comenzó a hablar en la prensa occidental de Panzerkommunism. Se pensaba en una excelente metáfora reaccionaria: los Panzer eran lo inmensos tanques alemanes. Años después, revisando la correspondencia de Marx y Engels, nuestro muy erudito amigo Demetrio Boersner descubrió allí en la pluma de uno de ellos el término Kasssernkommunism.

Nada mejor para definir lo que se quiere imponer ahora en Venezuela. A través de la historia, al igual que la democracia, la palabra socialismo ha tenido diversas acepciones. En un principio, era socialismo el término más subversivo, mientras que "comunismo" tenía más bien un acento religioso. En tiempos de Marx y de Engels, el "socialismo" había entrado en los salones, mientras que comunismo había, dejado de ser una palabra decente.

De allí lo del manifiesto

Se le ligaba a anarquía, desorden, subversión. Decidieron entonces adoptar la palabra comunismo. Es por eso que se llamó como se llamó el Manifiesto de 1848.

Cuando Engels y Kaustky formaron la Segunda Internacional, luego de la derrota de la Comuna de París, donde campeaban los anarquistas, adoptaron de nuevo el término socialísta, al que le agregaron lo de demócrata: fueron los partidos socialdemócratas, donde dominaba la socialdemocracia alemana, que después de la muerte de Engels, Karl Kaustky se trasformó en el llamado "Papa" de la Internacional.

No queremos hacer de este artículo un comentario erudito sobre la historia de la palabra socialismo. Nos limitaremos a recordar que la palabra socialismo se ha extendido para designar las más diversas cosas, tal como sucedió en el siglo XIX con la palabra democracia. Por supuesto que así como sucedió con el término liberalismo, con el de democracia, incluso con el de nación, muy lejos estaban de serlo quienes con ellos se designaban. Nunca se repite demasiado aquello de La Rochefoucauld: la hipocresía es un homenaje del vicio a la virtud.

Un ornitorrinco político

En el siglo XX, la palabra nación (producto de la Revolución Francesa) se había popularizado mucho, al igual que la palabras socialismo (también un producto francés del 48). El más grande demagogo de la historia, Adolf Hitler, decidió yuxtaponer ambas. Y así nació ese ornitorrinco político llamado nacionalsocialismo, el nazismo.

Nada más alejado del ideal de los primeros socialistas que el nazismo. Pero hay algo en lo cual el comunismo estalinista y el nazismo coincidieron: en que ambos se basaron no en una clase sino en lo que Hannah Arendt llamó con mucha justeza un conglomerado de desclasados de todas las clases.

Aquí entramos en materia, por así decirlo. Porque es precisamente en este terreno donde más se aleja del socialismo "del siglo XXI" que se nos quiere hacer tragar a los venezolanos de los socialismos primigenios, utopías humanísticas y más se acerca a los fementidos socialismos del siglo veinte, sea al nazismo y al estalinismo, lo que Isaac Deutscher llamaba "utopía terrorista".

Tiranías y hasta chifladuras sociales

Pero antes, conviene hablar de cómo se ha extendido, diseminado en el mundo el hábito de llamar "socialismo" a cuanta tiranía y hasta cuanta chifladura social se ha querido cubrir con un nombre prestigioso. Los primeros han sido los socialismos africanos.

Las peores tiranías del continente negro, los regímenes del África subsahariana, buscaron adoptar el término. Incluso uno de ellos, si mal no recordamos uno de los Congos, adoptó por un cierto tiempo la bandera roja con la hoz y el martillo.

No hay que olvidar tampoco que el partido de Hussein, el Baas, era un partido "socialista". Y eso sin olvidar una de las tiranías más estúpidas del universo mundo, el régimen de Corea del Norte.

Todos estos regímenes tienen varias cosas en común: son sumamente corrompidos; han desarrollado un increíble culto a la personalidad de sus dirigentes.

Y lo peor de todo, han sumido a sus pueblos en la más atroz miseria.

Para ellos, el socialismo es la igualdad en la miseria. La miseria de sus gobernados, porque sus líderes nadan en la abundancia.

Comunismo de cuartel

Por último, estos regímenes tienen una cosa en común: son regímenes militares. La "igualdad" que pregonan es la de los cuarteles: por un lado, son iguales en una cosa: la obediencia al Jefe Supremo. Por lo otra, su alimento es la magra pitanza cuartelaria, el infame "rancho" que ingieren los soldados.

Ese es el significado de lo que Marx llamaba Kassernkommunism .Allí todo está en común, pero en la obediencia, en la miseria y el encierro entre las cuatro paredes de un cuartel. Eso sí, buscando siempre un enemigo que supuestamente nos amenaza, para mantener a los soldados atemorizados, prestos a la obediencia y a la miseria.

Hoy, algunos pretenden que en Venezuela, la oposición está desarrollando una campaña anticomunista, al estilo del macartismo. Nada más falso: no es el progresismo lo que se combate, sino el comunismo cuartelario.

hemeze@cantv.net

martes, 7 de septiembre de 2010


Comunismo y poder
Massimo Desiato


Es Lenin, en El Estado y la revolución , quien, interpretando a Marx, funda las bases del comunismo como dictadura de un solo hombre


Existe una razón por la cual Chávez, entre otros motivos, abraza la ideología comunista. Se trata de su permanencia indefinida en el poder cueste lo que cueste. En esto el comunismo es un formidable dispositivo teórico para proporcionar argumentos en favor del poder indefinido. Así lo muestran las diversas experiencias históricas, desde Stalin hasta Castro.

Es Lenin, en El Estado y la revolución, quien, interpretando a Marx, funda las bases del comunismo como dictadura de un solo hombre. Analizando la extinción del Estado, paso propio del comunismo, identifica la consecución de la plena libertad con la desaparición de la institución estatal y del consecuente cuerpo de derechos que de ella se desprenden.

Siguiendo a Marx, Lenin señala dos etapas o fases del comunismo. La primera es llamada también socialismo, confundiendo las ideas, pues se trata de un socialismo revolucionario que Chávez, por ejemplo, se cuida mucho de aclarar. En realidad, Venezuela ahora se encuentra en la primera fase del comunismo, aquella caracterizada por la eliminación de la propiedad privada de los medios de producción. La segunda fase es, en cambio, aquella que se ocupa del consumo. No habrá comunismo pleno hasta que se distribuyan los bienes no en función del trabajo que cada individuo realiza, sino en función de las necesidades de las personas. Esto es así porque si se distribuyera según el trabajo los individuos con más meritos reintroducirían la desigualdad.

Citando a Marx, Lenin sostiene que distribuir según el trabajo y no según las necesidades es un "defecto inevitable en la primera fase del comunismo, pues, sin caer en utopismo, no se puede pensar que, al derrocar el capitalismo, los hombres aprenderán a trabajar inmediatamente para la sociedad sin sujeción a ninguna norma de derecho; además, la abolición del capitalismo no sienta de repente tampoco las premisas económicas para este cambio".

¿Y cuándo acontecerá este cambio entonces? Y aquí Lenin muestra toda su habilidad para fundar las bases de un comunismo que lo que implica es un poder indeterminado en las manos del líder, al decir que ningún honesto comunista podrá decir cuándo se llegará a la segunda fase del comunismo. Según sus palabras, "... dejando completamente en pie la cuestión de los plazos o de las formas concretas de extinción (se refiere a la primera fase del comunismo), pues no tenemos datos para resolver esta cuestión".

Con lo cual cabe suponer que la segunda fase del comunismo no llegue nunca (como en efecto ha sucedido en todas partes) y la revolución ­su retórica­ se vuelva permanente, dejando en este caso a Chávez el argumento de que, mientras no se realice completamente el comunismo, él es imprescindible para los destinos de la nación. En otras palabras, los mismos comunistas tienen severas dudas de que el comunismo se realice, pero no se preocupan, pues así pueden disfrutar de todos los privilegios de la primera fase del comunismo, que en realidad son la distribución del consumo a quien no trabaja, mandando a la porra la cuestión de las necesidades.

Así la primera fase del comunismo o socialismo revolucionario se traduce, en la práctica, a un trepar posiciones políticas para estar lo más cerca del máximo líder que distribuye prebendas en aras de su iluminada sabiduría en la conducción del comunismo por el camino de su realización. Puede verse cómo el comunismo es una maquinaria perfecta para decirse democrático y actuar de forma parecida a los poderes dictatoriales.

Algo que Chávez maneja a la perfección.

lunes, 6 de septiembre de 2010

"El vínculo religioso de Chávez con los votantes es el problema"


ENTREVISTA // Ángel Álvarez, director del Instituto de Investigaciones Políticas de la UCV
"Es reto de la ciencia política explicar cómo un gobierno lleno de fallas no perjudica la imagen presidencial"



Ángel Álvarez sostiene que el gen democrático persiste en el ADN de los venezolanos y eso hace muy difícil la imposición del personanlismo autoritario
ROBERTO GIUSTI | EL UNIVERSAL
domingo 5 de septiembre de 2010 12:00 AM
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La originalidad del proceso Ángel Álvarez personifica ese tipo de politólogo que no se deja confundir con el político de oficio con el politólogo que dice lo que su asesorado quiere que diga. Por eso reconoce que el fenómeno Chávez escapa a las fórmulas convencionales del análisis racional, capaz de desafiar el sentido común y poner a votar a un elector por el causante de los males que le agobian. Incluso va más allá y al comentar el proceso de desinstitucionalización que vive el país desde hace veinte años, advierte que rescatarlo tomará, al menos, cinco o seis años.

-¿Hasta qué punto puede influir en los resultados electorales el ventajismo del oficialismo, con el Presidente como sujeto fundamental de la campaña?

-Influye en la medida en que el Presidente ha transformado esta elección, una vez más, en un plebiscito. El se convierte en tema de campaña y hace pensar a los electores del chavismo blando, quienes eventualmente pudieran abstenerse o votar por la Unidad, que su futuro como líder político está en riesgo. Así ellos terminarían votando por él aunque no se trate de una elección presidencial.

-¿No tiene razón Chávez al suponer que unos resultados electorales adversos sí influirían negativamente sobre su futuro y sus intenciones de permanecer en el poder?

-No necesariamente porque su cargo no está siendo sometido al escrutinio popular en esta elección. Lo que sí puede implicar es una disminución del poder de su partido y de él mismo en la Asamblea Nacional. Una circunstancia como esa se convertiría en un freno a la radicalización de las políticas que, como ya anunció, pretende implantar desde la mayoría.

-¿Esa estrategia no es nueva y la utilizó en todas las campañas, cualesquiera fuese la naturaleza de la elección. Pero, ¿tienen el Presidente, en esta oportunidad, la misma capacidad de aportar votos para sus candidatos como en el pasado?

-Esa capacidad ha disminuido pero él sigue siendo el único activo del PSUV para competir en el mercado electoral. Eso es así porque los factores que esgrime un partido en la campaña, como las realizaciones del Gobierno, están muy mal en el caso venezolano y la identificación partidista, aunque el PSUV es el partido con mayor número de adherentes, no da para ganar una elección de este tipo. De manera que el único activo fuerte que les queda es la propia imagen presidencial y la seguirán usando hasta que se agote.

-¿Les alcanzará para lograr la mayoría en la Asamblea Nacional?

-Es muy difícil estimar los resultados por la manipulación que se hizo de las leyes electorales, en este caso, la redefinición de los circuitos y la readjudicación de la población por estados. Esas variables hacen muy difícil estimar los resultados, pero al margen de éstos, al oficialismo no le queda sino acudir a esa estrategia. Cualquier otra, como afianzarse en la gestión de los diputados sería absurdo porque la mayoría de ellos tuvo un desempeño tan malo que el propio Presidente los reemplazó por otros. Afianzarse en la gestión gubernamental sería otro error porque está muy mal evaluada. Entonces, como fallan en estas variables, solo les queda el Presidente, así esté disminuido.

-¿No es ya perfectamente identificable la figura del Presidente con el fracaso de su Gobierno? ¿No percibe la gente que en un régimen tan personalista Chávez es el responsable de todo lo que se haga o se deje de hacer?

-En condiciones normales debería ser, y el reto más importante de la ciencia política en Venezuela es explicar por qué un gobierno con tantas fallas no conduce al deterioro grave de la imagen del Presidente.

-¿Cuál sería la respuesta? -La única respuesta deriva de lo que muchos politólogos llaman "la identificación religiosa del electorado". Algunos de esos electorados se identifican religiosamente con sus líderes y en este caso Chávez ha tratado de convertir al chavismo en una especie de devoción, más que en un movimiento político. Ese tipo de vínculos con liderazgos personalistas resiste el deterioro de la gestión porque lo último que quiere perder el votante chavista es la esperanza de la redención. Así, el Presidente es la última esperanza que no quiere perder. Entonces lo perdona, lo exculpa, dice que no es responsable porque no está enterado del deterioro del Gobierno. Se trata de un mecanismo sicológico para no aceptar el alto costo anímico que supone perder al líder.

-Si eso es así, la oposición está ante un grave problema porque no parece haber mecanismos racionales, argumentos lógicos, razones extraídas de la realidad, para combatir esa fortaleza de Chávez en sus vínculos, digamos metafísicos, con sus votantes.

-Sin duda. Pero eso sería más grave si la elección fuese presidencial. El reto de la Unidad Democrática es decirle a los electores que si bien Chávez es responsable de lo malo que ha sido este Gobierno, lo que se plantea en este momento es una Asamblea Nacional que equilibre los poderes y el Presidente se vea obligado a ser más eficiente. Eso es muy racional, ciertamente, pero ante un discurso carismático la oposición no puede armar uno similar porque nadie cambia de un día para otro. La gente sigue creyendo en su dios pero puede buscar explicaciones alternativas. Se trata de explorar fórmulas racionales, sin convertirse en amenaza para las creencias fundamentales de la gente y planteando salidas en términos de eficacia, de provisión de seguridad, empleo y bienestar económico.

-Eso está muy bien para este proceso y decías que el asunto no es tan grave porque no se trata de unas elecciones presidenciales. Sin embargo, éstas están casi a la vuelta de la esquina y lo que ocurra en las parlamentarias va a influir en las presidenciales. ¿No es la única posibilidad de enfrentar con éxito a Chávez, presentarle un contendor con características similares, capaz de despertar la magia en la gente?

-No lo creo. Hasta donde yo sé de lo que ha ocurrido con procesos de este tipo en el mundo, los liderazgos personalistas no se compensan con otros similares. Eso lo demuestran casos brutalmente autoritarios como los de Hiltler o Mussolini u otros, semiautoritarios, como los de Perón en Argentina, Getulio Vargas en Brasil o Cárdenas en México. Esos liderazgos no se construyen arbitrariamente o en laboratorios. Se trata de procesos espontáneos y por eso la crisis de un liderazgo de esa naturaleza se resuelve por una organización. El reto fundamental de las fuerzas democráticas venezolanas es, entonces, construir una organización de base, un tejido social que permita a la gente conseguir una alternativa distinta al personalismo porque no hay forma de construir ese liderazgo personalista y, además...

-No es bueno...

-No es sano.

-Vistas las características de un liderazgo, que en el caso venezolano, se remonta al siglo XIX, ¿no estamos retrasados con relación a otros países del continente, donde los electorados se pronuncian por candidatos con criterios, apegados al sentido común y a la racionalidad?

-Eso es consecuencia del proceso de desintitucionalización de los 90. Obra de una parte de la élite política (Rafael Caldera) o incluso de actores de la élite económica, con el propósito de sustituir una clase dirigente percibida como corrupta, sin apercibirse de que la destrucción de AD y Copei implicaba la desaparición de la institucionalidad. Así se dejó abierta la puerta al personalismo. Eso ocurrió en Alemania de entreguerras y surgió Hitler. Aquí dimos un salto atrás similar, pero ahora se plantea la tarea de superar el personalismo, entronizado incluso en algunos partidos de oposición. Se trata de un proceso largo. Nuestro último proceso histórico, en esa dirección, fue la construcción de AD, iniciada por Betancourt, desde la redacción del Pacto de Barranquilla, 20 o 25 años antes de cristalizar la organización política que tomó el poder en 1945 y en forma más definitiva en 1958.

-¿Habrá que esperar tanto tiempo?

-Para ser optimista diría que ya por lo menos se avanzó 11 años.

-Nos quedarían 15.

-Por lo menos cinco o seis más de esfuerzo. Pero mientras más pronto se inicie la tarea, más pronto la culminaremos. Solo que mientras haya liderazgos opositores que dividen o boicotean cualquier esfuerzo unitario, porque no aparecen a la cabeza de las candidaturas, se entorpece más el proceso.