jueves, 13 de noviembre de 2008

Alfredo Toro Hardy // Republicanos y demócratas

Habrá que ver si Obama logra conformar una coalición mayoritaria y duradera
En 1861 Estados Unidos se adentró en una guerra civil por el control del alma de la nación. El Partido Republicano, surgido pocos años antes, era expresión de los valores del Norte y la elección del primer Presidente emanado de sus filas, Lincoln, fue factor detonante de la secesión. Durante un largo período histórico el Partido Republicano habría de constituir la expresión natural de la visión industrial, financiera y abierta a la inmigración, propia del Norte yanqui. El Sur, agrícola, populista, racista, contrario a la inmigración, socialmente conservador y evangélico, representaría el coto cautivo de los demócratas.
Los republicanos detentaban las mejores cartas. En 1933, y a raíz de la depresión que asolaba al país, Franklin Roosevelt llega a la presidencia, sacudiendo hasta sus cimientos el panorama político anterior. A él correspondió forjar una amplia y disímil coalición nacional dentro de la cual los demócratas no sólo atraerían a su seno a las masas obreras del Norte, sino también a las poblaciones negra, judía y católica. Ello sin renunciar al sólido arraigo sobre los blancos del Sur. La ambiciosa política de derechos civiles de Kennedy y Johnson, así como la ola liberal desencadenada en los sesenta y setenta bajo las banderas demócratas, bastarían para alienar al Sur blanco y evangélico. El Partido Republicano, antagonista histórico del Sur, habría de recibir con brazos abiertos a esta inesperada base de soporte político. De manera paralela comenzaba a delinearse una nueva y curiosa coalición política, cuyo denominador común venía dado por el rechazo a un gobierno federal fuerte. De acuerdo a la misma, el moralismo sureño y el individualismo californiano se unían en un matrimonio de compromiso. Bajo la denominación "cinturón del sol", esta coalición habría de llevar a la presidencia a Nixon y a Reagan, permitiendo echar por tierra la hegemonía política demócrata iniciada en tiempos de Roosevelt.
Los ochenta y los noventa evidenciaron procesos de inmensa importancia. Durante los ochenta la influencia sureña se iría consolidando sobre el Partido Republicano, trayendo consigo un énfasis en el estilo y valores propios de esta región. Esto es, extremismo religioso, elevado moralismo social y exaltados tonos retóricos. Los demócratas, que habían sido el anclaje natural de la religiosidad evangélica del Sur, se veían por el contrario liberados del influjo del extremismo religioso.
Ello transformaba a los republicanos en un partido cada vez más penetrado por la religión y a los demócratas en una agrupación dominada por valores laicos. Era la transmutación definitiva del alma de ambos partidos. Llegados los noventa los relajados californianos no se sentían a gusto con un partido que había evolucionado hacia una derecha cada vez más extrema. Ello determinó la fractura del "cinturón del sol". Los republicanos se consolidaban como un partido tierra adentro, mientras que los demócratas hacían suyas las costas y las grandes urbes. Obama, al igual que Roosevelt, llega al poder cabalgando sobre una gran crisis económica y con un mandato de cambio. Y, como aquel, logra conquistar importantes feudos de la contraparte. Habrá que ver si logra también conformar una coalición mayoritaria y duradera. altohar@hotmail.com